Contenido
- Adaptaciones sensoriales
- Adaptación a la oscuridad
- Adaptación a la luz
- Adaptaciones al sonido, tacto y olor
Nuestra experiencia del mundo que nos rodea está dada por nuestros cinco sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto), ya que responden a diversos estímulos. Cuando estos estímulos cambian, nuestros sentidos experimentarán ese cambio hasta que gradualmente se vayan acostumbrando a nuevos estímulos a través de un proceso conocido como adaptación sensorial. Algunas de las formas más comunes de adaptación sensorial se experimentan cuando nuestros ojos se acostumbran a cambios repentinos en ambientes claros u oscuros.
Adaptaciones sensoriales
Cuando un determinado estímulo cambia, los resultados pueden ser impactantes: saltar a una piscina llena de agua fría en un día caluroso, por ejemplo. Pero permanecer en el agua hará que gradualmente se aclimate a su temperatura. Otro ejemplo de adaptación sensorial ocurre cuando se come una comida picante. En principio, la experiencia puede ser desagradable, incluso dolorosa, pero a medida que continúas comiendo, te acostumbras a su sabor picante.
Adaptación a la oscuridad
Uno de los tipos más comunes de adaptación sensorial es cuando dejas un área iluminada y entras en una habitación oscura, por ejemplo, entrando al cine después de que ha comenzado la película. El efecto inmediato es la desorientación, ya que sus ojos no perciben nada más que oscuridad. Gradualmente se adaptan y puedes ver las cosas a tu alrededor. Esto ocurre cuando una sustancia química, llamada yodopsina, presente en los conos y bastones del globo ocular, aumenta su concentración para adaptarse a cantidades reducidas de luz. Los conos reaccionan en 10 minutos, mientras que las varillas tardan aproximadamente media hora en ajustarse por completo. La adaptación sensorial se produce gradualmente porque el cuerpo necesita tiempo para producir la yodopsina adicional necesaria para que las varillas se adapten al nuevo entorno oscurecido.
Adaptación a la luz
La adaptación a la luz es la reacción exactamente opuesta a la adaptación a la oscuridad que se produce cuando dejas un entorno oscuro y entras en un área de luz brillante. Un ejemplo de adaptación a la luz sería salir de una habitación oscura y salir al aire libre en un día soleado. En este caso, cantidades excesivas de yodopsina hacen que los conos y bastones del globo ocular se vuelvan hipersensibles a la iluminación normal hasta que los ojos se reajusten al reducir las concentraciones de yodopsina a niveles normales.
Adaptaciones al sonido, tacto y olor
Otro ejemplo de adaptación sensorial es cuando un ruido fuerte hace que un pequeño músculo del oído interno se contraiga, un mecanismo protector que reduce la transmisión de vibraciones sonoras. Otro mecanismo involucra el sentido del tacto, como la forma en que se siente al principio el agua caliente en una bañera, es decir, muy caliente, hasta que entras en ella, cuando acaba pareciendo muy fría. Por el sentido del olfato, en general podemos detectar concentraciones muy bajas de olores en el aire, como los perfumes, pero si permanecen, rápidamente nos aclimatamos a ellos y no los detectamos.