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Los delfines son uno de los animales más complejos e inteligentes de los océanos. La asombrosa velocidad, agilidad y capacidad para bucear más de 300 metros sin tener que respirar más de una vez los convierte en criaturas inusuales. Sin embargo, estas características no aparecieron de la noche a la mañana. Se necesitaron millones de años de evolución para que hubiera adaptaciones específicas responsables de ayudar a los delfines a sobrevivir en este hábitat.
Forma de esqueleto y aletas
Los delfines tienen un esqueleto en forma de torpedo o arco, que fue una adaptación de figuras rectas. Esta forma te ayuda a nadar más rápido y con más facilidad al escapar de los depredadores. Las aletas dorsal y pectoral son adaptaciones de estructuras óseas a otras hechas de cartílago duro. Dentro de estas aletas hay músculos que les permiten doblarse para cambiar la dirección del flujo del agua y así mejorar la agilidad de los delfines.
Entrada de oxigeno
Para almacenar oxígeno en el momento de la inmersión, los delfines se sometieron a dos tipos de adaptaciones. El primero se refiere a la disminución de la frecuencia cardíaca durante el buceo, tan bajo como 12 latidos por minuto, y parte de la sangre de otras partes del cuerpo se dirige al corazón, los pulmones y el cerebro, lo que mejora la eficiencia de la ingesta de oxígeno. El segundo se refiere a una proteína especial presente en los músculos de los delfines llamada mioglobina, que se encarga de almacenar oxígeno para cuando el animal lo necesita mucho, como cuando están buceando.
Piel y grasa
La piel y la grasa de los delfines también han sufrido adaptaciones. La piel de la superficie es muy lisa, evitando el exceso de fricción al nadar, y esto les permite moverse con mayor rapidez y agilidad. Debajo de la piel hay una gruesa capa de grasa que no solo le da al cuerpo una forma dinámica y ayuda a nadar, sino que también mantiene al animal caliente en las heladas aguas de los océanos.
Vista
La mayoría de las criaturas marinas no tienen buena visión, pero las investigaciones han demostrado que los delfines pueden ver bien por encima y por debajo del agua; pueden ver al menos 3 metros en el aire y unos 2 metros bajo el agua. A lo largo de los años se han producido algunas adaptaciones en los ojos de estos animales para que pudieran lidiar con el entorno hostil, incluida una secreción ocular aceitosa, que protege de los elementos duros del océano, y la visión nocturna, que les permite cazar más fácilmente por la noche.