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La conquista de otros países ha sido una característica de algunas culturas a lo largo de la historia, desde los antiguos egipcios hasta el imperio británico. El imperialismo ha sido dictado por ambiciones nacionalistas, religión o razones económicas. Las culturas buscaron fortalecer su posición en relación con las potencias rivales. Los imperios creados fueron gobernados centralmente por la metrópoli o por el poder imperial.
Nacionalismo
El nacionalismo, o el orgullo de una nación, ha contribuido de manera importante a las acciones imperialistas de las naciones a lo largo de los años. El deseo de poseer más tierras, dominar a otras personas e imponer sus valores a los demás fue un factor motivador para culturas, como la romana, que conquistaron muchas partes de Europa y la costa mediterránea, los nazis en Europa o la Japoneses en Asia del siglo XX.
Religión
La religión se ha utilizado a menudo como motivo de expansión imperial. Las culturas han tratado de imponer su religión a los demás y la han utilizado como excusa para apoderarse de países. En el siglo XIX, Gran Bretaña siguió las expediciones misioneras a África y se apoderó de países como Kenia, Uganda, Zimbabwe, Zambia y Malawi, originalmente con la justificación de "civilizar" las culturas nativas.
economía
Las razones económicas son siempre una motivación importante para la expansión imperial. La posesión del control sobre los recursos naturales de otro país fue un motivo de las acciones imperiales llevadas a cabo por los británicos en India y Sudáfrica. Las metrópolis buscaban enriquecerse y hacerse más poderosas o proteger las inversiones que tenían en las economías de otros países. .
Otras razones de la ambición imperialista
La posición estratégica es otro motivo del imperialismo. La posesión del control de grandes puertos o posiciones alrededor del mundo para el mantenimiento de la seguridad militar es siempre fundamental para la continuidad de un imperio. Los británicos y los holandeses lucharon por el control del Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica) y los británicos y franceses lucharon a lo largo del Canal de Suez (Egipto). Estos dos conflictos tenían como objetivo controlar las rutas comerciales. La posición estratégica significaba que habría puertos amigos donde la armada podría repostar.